Cuando llegué al Café Tortoni ayer (con Ben, Greer, y David) y vi la línea para entrar, sentaba emocionada porque parecía muy popular. Después de veinte minutos, por fin sentí dentro del café y pedí te con limón y un churro. Disfruté el ambiente y el zumbido de todos hablaban, pero decepcioné con el servicio y la comida. El churro fue seco y revenido y el te no fue especial. Sin embargo, porque es el café más viejo del Buenos Aires (fue establecido en 1858), su historia es muy importante y por eso es notable. Personas famosas como Alfonsina Storni, Carlos Gardel, y Arturo Rubinstein habían sentado en las sillas tradicionales. Las paredes de madura y sus mesas de roble también sirven para recordar a los visitantes la edad del lugar. Aunque a mi no me gustaba la comida del este lugar, todavía estoy contenta que fui porque la historia es tan importante.
El otro café que visité se llama La Biela, y está en Recoleta cerca de Plaza Francia. Originalmente se llamaba Viridita y era un café de vereda, pero se convirtió famosa en los 1950s y cambió el nombre a La Biela. Fui con Nick y pide un sandwich con pollo y salsa de golf. Aunque no tuve que esperar para entrar, La Biela me recordó a Café Tortoni porque el ambiente era similar. Había más luz y camareros pero las mesas y el diseño son similares. La carta tenía más opciones que Café Tortoni pero también era más cara. Disfruté mi sandwich pero fue un poco extraño con la salsa de golf. Pienso que mientras los cafés notables tienen historias muy interesantes, prefiero la comida y ambiente de los cafés que son más pequeños y ocultos.
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