Lo que no podía dejar de pensar durante mi largo viaje de omnibus este fin de semana fue lo siguiente: la idea de qué es una nación. Se me hizo evidente que los mismos problemas que plegaban Argentina desde su fundación todavía son presentes hoy en día: hay gran conflicto entre el campo y la ciudad o sea entre la costa y el interior. Al salir del perímetro de Buenos Aires, de repente sentí como fuera en otro país. Me había sentido lo mismo hace una semana cuando fuimos al tigre, un viaje de sólo 45 minutos en coche. Pero la noción de un país y la naturaleza demasiada ambiciosa del federalismo se destacó mucho más esta vez viajando a Misiones. La primera diferencia que me destacó fue la presencia de la población indígena. Argentina puede seguir reforzando el mito de la blanquea y europeización del país por Buenos Aires porque hay una gran porción de ellos pero fuera del capital federal, el mito se hace menos y menos creíble. Los Guaraní tienen una aldea muy cerca del hotel en que nos quedamos. Otra diferencia de Buenos Aires es el paisaje. Puerto Iguazu, y Misiones, era completamente rural, lleno de vegetación y suelo rojo. El centro de puerto de Iguazu se veía mucha gente indígena que no bebía mate. Pero adentro del parque, las estadísticas demográficas cambiaron de repente. Se encontraba una mezcla de gente de naciones por todo el mundo– uruguayos, brasileños, japoneses y estadounidenses quienes viajaron a esta aldea pequeña para ver una de las exhibiciones más maravillosas del mundo: las cataratas del Iguazú. El Parque Nacional Iguazú tiene fama internacional por sus 275 saltas, 2.000 especies vegetales, 400 especies de aves y sobre todo la belleza omnipresente. Al entrar el parque nacional, la noción de una nación y la palabra Argentina desaparece. Cuando estás abajo de las saltas en el barco, mojado y abrumado por la belleza, o cuando has caminado todo el camino hasta la Garganta del Diablo y puede ver un arco iris sobre las cataratas donde se mezclan los colores claros y marrón de la tierra antes de caer, no estás pensando. Argentina no existe. Los 260 pesos que salieron de tu cartera para entrar el parque no existen. Sos uno con la naturaleza, tal vez la única manera de escapar el dilema que esta selva subtropical con un calor de 20 grados durante pleno invierno permanece a la misma entidad de Buenos Aires.